Silencio
Él, seguía allí, sin mover un
músculo, en el mismo sitio donde apareció en el justo momento en el que ella
cerró los ojos. Estaba de pie, un poco arqueado sobre la cama y la miraba como
esperando un sonido, una sonrisa o un gesto que le avisara de que había llegado
el momento. Ella, seguía en la misma postura, tendida sobre la cama y sus ojos,
como el ébano, ahora cerrados, temblaban debajo de los parpados, posiblemente
por una pesadilla. Su pelo rojizo enmarcaba la tez pálida de su rostro y sus
pecas, sus dulces pecas eran las notas musicales de su armónica belleza. Él,
seguía mirando fijamente su rostro, amaba sus pecas, amaba su piel blanca y sus
labios, esa curva imperfecta color rosita, un poco entreabierta siempre, como
invitando a morder y bañarte en su calidez húmeda y reconfortante. Se arqueó un
poco más sobre la cama, como una sombra sin pies ni cabeza. Como sintiendo su
presencia sus ojos pararon el juego, dejando que la tranquilidad se apoderara
de sus facciones. Una sonrisa empezó a dibujarse sobre sus labios, dándole a su
rostro un brillo casi transparente. Un pitido agudo y desagradable empezó a
invadir la habitación. Había llegado el momento, el arqueo mas su espalda
dibujando con su cuerpo una especie de C deforme hasta que sus labios encontraron
los de ella. Ella, abrió los ojos sorprendida del roce suave y el tacto cálido
de unos labios que no le eran extraños, labios que tantas veces la hicieron ver
el paraíso, labios que ahora la llevarían hacia otro mundo, desconocido para
ella. Volvió a cerrar los ojos dejando que él y sus labios hicieran el trabajo.
Su cuerpo se elevó como una nube transparente pero colorida y sin soltarse de
su beso y sin tocar nada se postró delante de él, en posición vertical. Le
abrazó con todas sus fuerzas mientras que sus labios mordían con avidez su boca
que tanto echó de menos. El pitido cada vez se escuchaba mas lejos, menos
molesto y mientras que la habitación se llenaba de gente vestida de blanco y
verde que se agitaba en torno a la cama, donde antes estaban, él y ella en su
beso eterno se alejaban más y más, hacia una nueva dimensión, hacia una nueva
vida, hacia el infinito. El pitido cesó y desde muy lejos, como un eco casi
imperceptible percibieron la voz de tono apenado pero frió de una de las
personas vestidas de verde. “ Hora de la muerte 13 horas y 13 minutos”.
Silencio.
♥ ♥ ♥
Casi, casi
El viaje se me hizo interminable, no había sufrido tanto en mi vida,
pero lo había logrado o eso era lo que creía, hasta que me di cuenta de que la
maldita puerta estaba cerrada y un gran cartel pegado con celo la presidía
irónicamente:
DISCULPEN LAS MOLESTIAS, ASEO AVERIADO.
♠ ♠ ♠
Prunus Cerasus
A pesar de su edad, él
la estaba esperando impaciente, cual adolescente detrás del banco de madera,
como todos los domingos durante los pasados veinte años. Ella se paró delante
de él, le miró cariñosamente unos segundos, le sonrió y se sentó al cobijo de su
ramaje floreado.
♣ ♣ ♣
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